Es una extraordinaria selección de más de 230 fotografías de la primera mitad del siglo XX, obras maestras de la historia de la fotografía realizadas por grandes maestros del objetivo, cuyas imágenes son innovadoras incluso a día de hoy. Así como los artistas contemporáneos Matisse, Picasso y Duchamp supieron revolucionar los lenguajes de las artes plásticas, los autores de la exposición, 121 entre nombres de leyenda y sorprendentes descubrimientos, redefinieron los cánones de la fotografía dándole un protagonismo central en el desarrollo de las vanguardias de principio de siglo. El periodo pasado entre las dos guerras es uno de los momentos de mayor fermento en la historia de Occidente, no solo desde un punto de vista geopolítio y tecnológico, sino también artístico y cultural. En estos años nacen y se consolidan las principales vanguardias artísticas del Novecento como el dadaísmo y el surrealismo que se desarrollan en el ecléctico grupo parisino para difundirse después por las principales capitales europeas, o el costructivismo ruso, guiado por el fuerte deseo de renovación social y política que está en la base de la revolución de 1917. En Dessau, Alemania, en el 1919 además abre la Bauhaus, fundamental instuto de arte y design en torno al cual giran algunos de los intelectuales más importantes de la época, mientras que en Italia los artistas futuristas hacen de la modernidad el propio fulcro poético. Los aviones, los coches, los trenes, el telégrafo, la radio… además de cambiar radicalmente las relaciones entre los individuos, eliminando las distancias y las fronteras geográficas, ofrecen también nuevas prospectivas a través de las cuales ver la realidad. La circulación transatlántica de ideas, imágenes, objetos y personas redefine además los equilibrios del panorama cultural internacional. Además de las increíbles posibilidades que ofrecen los nuevos medios de transporte, los eventos que revolucionan Europa en vísperas de la Segunda guerra mundial impulsan, de hecho a un número siempre mayor de intelectuales que escapan a Estados Unidos, con el consiguiente traslado de París a Nueva York del principal centro de producción artística mundial. La fotografía y el cine demuestran ser los lenguajes más adecuados para narrar el alcance de las transformaciones que tienen lugar, hijos ellos también del impulso del progreso que está revolucionando el mundo. Las cámaras fotográficas son cada vez más pequeñas y ligeras, permitiendo una agilidad y una libertad de disparo que antes eran impensables, mientras que las mejoras en las técnicas de reproducción tipográfica permiten la difusión a gran escala de las revistas ilustradas, sentando las bases para un nuevo uso de las imágenes dentro de la comunicación de masa. La riqueza y la complejidad de este momento histórico particular se transmite de manera única en las fotografías pertenecientes a la colección Thomas Walther del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Reunida por el coleccionista suizo a partir de 1970 y adquirida por la institución neoyorquina entre 2001 y 2017, esta colección contiene algunas de las obras maestras más importantes creadas por los protagonistas de la vanguardia de la primera mitad del siglo XX, así como fotografías de autores menos conocidos. Junto a icónicas imágenes de fotógrafos americanos como Alfred Stieglitz, Edward Steichen, Paul Strand, Walker Evans o Edward Weston y europeos come Karl Blossfeldt, Brassaï, Henri Cartier- Bresson, André Kertész y August Sander, la colección Walther da valor al papel central de las mujeres en la primera fotografía moderna, con obras de Berenice Abbott, Marianne Breslauer, Claude Cahun, Lore Feininger, Florence Henri, Irene Hoffmann, Lotte Jocobi, Lee Miller, Tina Modotti, Germaine Krull, Lucia Moholy, Leni Riefenstahl y muchas otras.
Además de las obras maestras de la fotografía de la Bauhaus (László Moholy-Nagy, Iwao Yamawaki), del constructivismo (El Lissitzky, Aleksandr Rodčenko, Gustav Klutsis), del surrealismo (Man Ray, Maurice Tabard, Raoul Ubac) encontramos también experimentos futurísticos de Anton Giulio Bragaglia y las composiciones abstractas de Luigi Veronesi, dos de los italianos presentes en la exposición junto a Wanda Wulz y Tina Modotti.
